Jochas, la preeminencia de la reciprocidad

Cuando un jochante entrega un aporte no espera un pago, sabe que su acción generará un movimiento de solidaridad, cuando en el futuro necesite algo él mismo será el beneficiario de una colaboración, como sucedió siglos atrás.
Es notable que en esta enorme fiesta, el Pase del Niño Rey de Reyes de Riobamba, prevalezca la reciprocidad sobre el mercantilismo. Si bien habrá la preocupación constante alrededor de que los gastos para la celebración son muy altos, desde otro punto de vista es posible considerarlo un generador de dinamismo económico, quizás mayor al que podría surgir de la compra-venta sin el entusiasmo de una fiesta anual.
El Pase del Niño Rey de Reyes es un rito religioso y una fiesta popular en la que sobrevive el sistema de jochas y, por ende, la presencia de jochantes y también de los guashayos.
Desde la década de los 60, el Pase del Niño tiene dos priostes, pero correr con todos los gastos es oneroso. De manera que los priostes deben requerir la participación de amigos, familiares, conocidos, amigos de los amigos, familiares de los conocidos y cualquier vínculo existente o inventado para poder descargar el gran peso de cubrir las jochas.
ASC8Un jochante se convierte en tal a partir de la Fiesta de la Candelaria. Hay un texto publicado en 2009 por José Pereira Valarezo, dentro del libro “La fiesta popular tradicional del Ecuador”, que describe bien la dimensión de esta fiesta:
“La Fiesta de la Candelaria tiene lugar cada 2 de febrero y conmemora la presentación del Niño Jesús en el templo a los cuarenta días de nacido (Yánez Quirola, 2000). En Riobamba, el Rey de Reyes, en su ‘versión local’ es la figura central de la celebración, ocasión para agradecer a los priostes que “pasaron el cargo” en enero y para asegurar el compromiso de quienes se ofrecieron o aceptaron hacerlo el siguiente año”. Se trata, entre otras cosas, del traslado de la responsabilidad de organizar un gran Pase del Niño de unos priostes a otros.
Pereira, más abajo, sigue: “En un segundo momento, se ratifica el compromiso asumido por los futuros priostes; ello se realiza a través de un acto simbólico que constituye el momento central de la celebración: la entrega del Pan de la Candelaria por parte de los fundadores a los futuros priostes, quienes, a su vez, lo entregan a los asistentes para comprometer su ayuda en la organización de la fiesta. Hace algunas décadas, el Pan de la Candelaria se moldeaba con figuras específicas, expresándose a través de ellas qué tipo de ayuda se esperaba recibir de la persona a quien se la entregaba. Así, si se recibía un pan en forma de curiquingue, se debía organizar una comparsa de curiquingues para el Pase del Niño; si, en cambio, se recibía un pan en forma de vaca, se debía donar carne o, incluso, el animal mismo, pero, todo ello, bajo la condición de ser retribuido a su momento, cuando se asuma el cargo. Actualmente, sin embargo, las jochas de la esta del Niño Rey de Reyes ya no tienen necesariamente esa implicación y se asumen, más bien, como donaciones exentas de compromisos posteriores”.
ASC3En el libro “Fiesta y poder”, de Víctor Campaña, se transcribe el comentario de un informante realizado, en 1990: “Un vecino del barrio Santa Rosa en relación a esta fiesta dice: por ahí no vale acercarse ni de curioso, poruqe una vez que le invita a participar, usted ya no puede esquivarse el resto de su vida, le entregan (en la “Candelaria”) unos pancitos en formas de animales y usted debe responder con las jochas, sino vienen los castigos del Niño… “.
Durante la investigación para la declaratoria de patrimonio, realizada por la Dirección de Turismo de la alcaldía de Riobamba, se descubrió que es un pan dulce y se le conocía como “costra” o chicha. Pero ahora es muy difícil encontrar vestigios de la receta.
Por su lado, Gabriel Cisneros Abedrabbo y Víctor Niama San Andrés, en la bitácora llamada Palabra en Pie, han informado que “La fiesta intensifica las relaciones de amistad entre familiares y vecinos; la misión de las jochas rebasa la naturaleza de un aporte en honor a la fe y se reviene cuando el beneficiario del jochante lo requiere ya sea para el priostasgo, construir una vivienda ó para compromisos sociales como un matrimonio u otros. La relación entre todos estos elementos sociales es muy fraterna y adquiere compromisos formales”.
Jocha es una palabra quichua cuyo equivalente en español puede ser reciprocidad y fue un sistema económico que operó con éxito incluso antes de la expansión del imperio inca. No se establecían relaciones comerciales de intercambio de bienes o servicios, sino que era un compromiso solidario de desarrollo colectivo. Es decir si Juan sembraba quinua, cuando cosechaba el producto le entregaba a Pedro, quien era una artesano y le proveía de herramientas de labranza. Ayudó en la cosecha Antonio, a quien Juan después le ayudó a construir la casa donde vive con María, quien teje ropa que le entrega a Antonio a cambio de las piezas del telar; Juan, Pedro, Antonio y María ayudaron a la minga para limpiar el canal de riego. Es decir, un sistema de reciprocidad que provoca una reacción en cadena en base a la solidaridad.
Esa práctica centenaria está activa hasta hoy, pero casi exclusivamente alrededor de esta fiesta religiosa. Si bien ya no se distribuyen los panes el concepto aún perdura.
Una información que es más llamativa que esencial es que se practicaba “el derecho al resentimiento”. Luego de que hubiera sucedido el Pase del Niño, los priostes debían visitar a los jochantes y para agradecerles, saludo que iba acompañado de un licor fino. Si no sucedía la visita o si se faltaba al uso de brindar licor fino el jochante tenía el derecho de resentirse.
A la vez que es histórico, no deja de provocar entusiasmo leer detenidamente lo que sucedió con uno de los priostes en el Pase del Niño Rey de Reyes, en 1990.

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